Me compré un blackberry.
Al principio bien. Grosso. Con internet, recibiendo y contestando correos por la calle como si fueran mensajes de texto. Ahorraba tiempo, estaba menos en la oficina. Sentía haber hecho una buena inversión.
Pero unas semanas después me empezó a agarrar una extraña sensación.
Digámoslo: Paranoia.
Persecuta de estar conectado a toda hora, en red, online, formando parte de la masa mundial de pelotudos que no se conocen ni la voz pero que son “comunidad”.
Un montón de androides caminando por el planeta con la cabeza gacha y la mirada puesta en una pantallita de colores por la que creen estar conectados al todo, ser parte de él…
¡Lo son, lo tienen al final de la nariz: EN VIVO!
Pero lo niegan. Online. En comunidad.
El término no está mal, comparten algo en comunión: Paranoia.
Como yo… que me compré un blackberry.
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